¿Y por eso te los comés?
¿Por eso los asesinás en una plaza y los sometés a hacer piruetas en una pileta de natación cuando deberían estar en el océano?
¿Por eso los usás para experimentos crueles, los separás de sus familias y les mutilas sus partes?
Nadie usa o consume animales para ayudar a que no se extingan.
Es tan ilógico como decir que pescás para salvar a los peces.
Y seguirles criando porque nos parece placentero observarles o porque queremos controlar sus cantidades, de nuevo se escapa de nuestro círculo de elecciones personales. De esto se debe encargar la naturaleza.
Pero lo hacemos a diario con animales salvajes y no parece afectarnos en lo absoluto.
De hecho, deberían importarnos más los individuos que las especies. Las especies no sienten, los individuos sí.
Y si querés insistir con las especies, más nos deberíamos preocupar por la extinción de las no domesticadas, que “oh casualmente” se relaciona con la contaminación, la deforestación, la caza, el calentamiento global y el blanqueamiento de corales.